Lc 21, 1-4
Alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos estos han echado como donativo de lo que les sobraba, esta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».
Y la vida era esto
No acumular años
ni tener buena salud,
sino llegar desprendido.
Meter la mano en el bolsillo
y dar de lo que encuentre,
de lo recibido,
de lo necesario.
Sin reservarme nada,
sin andar contando.
Y con la mitad
de los años gastados,
ahí sigo,
avanzando sin descanso
por la vertiente opuesta,
la del cuidado de mí mismo:
mi tiempo, mis logros, mis caprichos.
La de intentar llegar más lejos
sin reposar nunca en un sitio.
Dios de lo diáfano,
de lo pequeño,
de lo gratuito.
Frena,
¡si es necesario, de golpe!
este vivir mío irredento.
Hasta que el corazón
se me ponga en claro.
(Seve Lázaro, sj)