Miércoles 5 de mayo

 Buenos días a todos.

En este momento de oración, adoptamos una postura cómoda, respiramos profundamente… y en actitud relajada, comenzamos.

Hoy pedimos a nuestra Buena Madre María, que nos siga cuidando, acompañando y guiando.

Con María lo tenemos todo, porque María tiene siempre a sus hijos en sus brazos o en su corazón, como está Jesús. 

Escuchamos esta preciosa canción:


María, María para darte lo que tengo.
María, María para siempre estar contento.

- Si pudieras dar algo a María, ¿qué le darías?, ¿qué crees que a ella le gustaría que le dieses?
- ¿Qué es lo que te hace estar contento?

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios lo recrea en tan graciosa belleza;
a Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María,
te ofrezco desde este día alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

Avemaría.



Miércoles 5 de mayo


Familia

María, José y Jesús vivieron años en  Nazareth. José era carpintero y Jesús le ayudaba en lo que podía. María, como madre, educaba a Jesús y cuidaba de la familia. Seguro que Santa Ana, la abuelita de Jesús, estaba encantada con su nieto y lo quería mucho. 

En la flor de hoy está escrita la palabra “Familia”. Hoy le vamos a pedir a la Virgen por nuestra familia y por todas las familias del mundo. y le vamos a dar gracias por todas las personas que nos quieren y nos cuidan. 


Rezamos a María:

Madre, enséñame a sembrar cariño y alegría  en mi familia, ayúdame a ser obediente, a pensar en los demás. Ayúdame a pelearme menos  con mi hermano, quiero colaborar en las tareas de  casa. Te pido también por todas las familias del mundo, sobre todo por  las que sufren. 


Evangelio del 5 de mayo


Jn 15, 1-8

Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».