Jueves 16 de septiembre

¿Preparados para comenzar un nuevo día lleno de aventuras? Vamos a hacerlo de la mejor manera posible del mundo, aprendiendo con Jesús.

Comenzamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Cerramos los ojos, relajamos las piernas, los brazos, cogemos aire y lo soltamos lentamente. Inspiramos y expiramos de nuevo y una última vez.

El amor todo lo perdona. Es más fácil perdonar, cuando queremos de verdad.

El perdón te devuelve la alegría, la paz,... Te dan ganas de volver a empezar y te da alas de ilusión. Por eso Jesús nos insiste en que hay que perdonar siempre. El que perdona de verdad, se siente bien consigo mismo, con los demás y con nuestro Padre Dios.


Padrenuestro.


Jueves 16 de septiembre

Oración del alumno



Comienza una nueva etapa en mi vida. 

Sí; Señor. Porque, este momento que voy a inciar, es un período irrepetible. Ya no volverá. 

Lo que no haga, tal vez, nunca tendré la oportunidad de realizarlo.

Lo que haga, repercutirá para bien o para mal en un futuro próximo.

Por eso, Señor, quiero que me acompañes en este inicio del curso:

Que me des ILUSION. Para iniciarlo con optimismo y ambición.

Que me des HUMILDAD. Para acoger todo aquello que sea bueno para mi crecimiento personal, cultural, intelectual y cristiano.

Que me des DOCILIDAD. Para no provocar situaciones que, a la corta o a la larga, puedan condicionar mi vida.

Que me des DELICADEZA. Para tratar con respeto a las personas y a las cosas de alrededor.


Señor;

Tú sólo eres perfecto. Y por ello mismo, porque yo soy hijo tuyo, quisiera que me ayudases a superarme, cada día, en aquello que me haga crecer y prepararme, como persona y como cristiano. 

Amén.

Evangelio del 16 de septiembre

1Tim 4, 12-16

Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles, en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez. Mientras llego, preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar. No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros. Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas. Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan.