Miércoles 4 de mayo

     Buenos días a todos. En este momento de oración, adoptamos una postura cómoda, respiramos profundamente y con una actitud relajada, comenzamos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Hoy pedimos a nuestra Buena Madre María, que nos siga cuidando, acompañando y guiando.

Con María lo tenemos todo, porque María tiene siempre a sus hijos en sus brazos o en su corazón, como está Jesús.

Escuchamos esta preciosa canción:




María, María para darte lo que tengo.
María, María para siempre estar contento.

- Si pudieras dar algo a María, ¿qué le darías?, ¿qué crees que a ella le gustaría que le dieses?
- ¿Qué es lo que te hace estar contento?

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios lo recrea en tan graciosa belleza;
a Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María,
te ofrezco desde este día alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

Avemaría.

Evangelio del 4 de mayo

 


Jn 6, 35-40

Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».