Evangelio del 16 de marzo


Mateo 20,17-28

EN aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.

Él le preguntó:

«¿Qué deseas?».

Ella contestó:

«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».

Pero Jesús replicó:

«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».

Contestaron:

«Podemos».

Él les dijo:

«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:

«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.

Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

Miércoles 16 de marzo

Buenos días a todos, hacemos un momento de silencio para calmarnos y poder entrar en la oración de hoy. Respiro hondo: 1, 2, y 3 veces. 

En la época de Jesús, entrar en casa de alguien o invitar a alguna persona a tu hogar tenía una especial importancia. No era solo una invitación a entrar, también conllevaba compartir tu espacio, compartir lo que tienes, dar a conocer el interior de tu casa, a tu familia... es decir, abrir las puertas de tu vida.

Hoy vamos a hacer la oración con una canción, sintiendo que le hablamos a Jesús.


Acabamos poniendo en manos de Jesús a todas las personas que nos acompañan en nuestro día a día. Todas esas personas que a menudo nos invitan a compartir su vida y a todas las que nosotros, invitamos a compartir la nuestra.

Damos gracias por todos ellos. Gracias Señor.