Martes 28 de septiembre

¡Buenos días!

Antes de empezar, vamos a mirar a nuestros compañeros, alegrarnos por estar aquí todos juntos. Respiro profundamente, relajo mis músculos y me pongo en tus manos, Jesús. Y, como cada día, empezamos nuestra oración saludando al Señor: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


Evangelio Adaptado: Mc 9, 38-43; 45; 47-48

Había un hombre intentando curar a otro, y decía que lo hacía en nombre de Jesús. Como no era del grupo de sus amigos, Juan le mandó callar. Pero Jesús le dijo a Juan: “No seas así, hombre ¿No ves que todos podemos intentar hacer el bien? Y todo el que quiera puede sumarse a mi proyecto”. Y aprovechó para explicarles que también hay gente que, al contrario, elige hacer el mal. En realidad, todos tenemos esa batalla, entre el bien y el mal. Así que Jesús les explicaba que hay que luchar para hacer el bien y pelear contra el mal. Les puso un ejemplo: “Si tu pie te va a llevar en una mala dirección, es mejor que te lo cortes”. Le miraron asustados. Pensaban que lo decía al pie de la letra, pero Jesús se rio, y les explicó que lo que quería decir es que hay que poner los medios en la vida para hacer el bien. 


Vamos a pararnos….

Seguro que la mayoría de veces somos como ese hombre que intentaba hacer el bien, pero también tendremos momentos en el que nos equivoquemos y elijamos no hacer las cosas bien.

Con los ojos cerrados, vamos a pararnos en esos momentos que nos portamos mal con alguien: con nuestros compañeros, hermanos… Cuéntaselo a Jesús, sin miedo, sin vergüenza, él te conoce bien.


Jesús SIEMPRE nos va a invitar a poder rectificar y elegir hacer el bien. Para terminar vamos a ir leyendo o repitiendo esta oración para reconocer que Jesús nos ayuda a ser mejores y a elegir siempre el bien.


Te necesito como el agua que llega a los ríos.

Te necesito como el fuego que ahuyenta el frío.

Para sentirme vivo te necesito.

Te necesito.

Te necesito para soñar nuevos caminos.

Te necesito con tu corazón pegado al mío.

Para sembrarme contigo te necesito.

Te necesito porque otro mundo es posible contigo.

Con tu mirada de niño, te necesito.

Evangelio del 28 de septiembre

 Lc 9, 51-56

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»

Él se volvió y les regañó y dijo: «No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos».

Y se marcharon a otra aldea.