Buenos días, párate un momento. Relájate y respira hondo. Dios está aquí, contigo, escuchándote.
Lo más importante ahora eres tú.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Buenos días, párate un momento. Relájate y respira hondo. Dios está aquí, contigo, escuchándote.
Lo más importante ahora eres tú.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»