Miércoles 26 de enero

Comenzamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Conocéis el cuento del patito feo, ¿verdad?

Lo habréis oído muchas veces; habréis leído la historia, incluso la habréis visto en película de dibujos animados. A los mayores también os gusta esta historia y cada vez que alguien os la cuenta es como si fuera la primera vez... en cada una de ellas hemos imaginado algo diferente y en todas y cada una hemos aprendido algo maravilloso...

Vamos a verlo:

- ¿De qué va el cuento?

- ¿Qué le pasaba al patito blanco al principio? ¿Estaba alegre o triste?

- ¿Y después? ¿Quién le ayudó a darse cuenta de lo bonito que era?


Vamos a terminar rezándole a María. Ella, al igual que nuestra mamá o papá, nos quiere mucho y para ella, somos unos niños y unas niñas preciosos.



Miércoles 26 de enero

Semana de la Paz

COMENTARIO:

Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de

guerra, aún siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz

verdadera. No hay verdadera paz si no viene acompañada

de equidad, verdad, justicia y solidaridad.

(San Juan Pablo II)

CANCIÓN:


MOMENTO BREVE DE REFLEXIÓN:

¿Alguna vez he intentado poner paz entre dos compañeros que han peleado?

¿Me he acercado a algún compañero que está triste para intentar consolarlo?

PETICIÓN:

Te pedimos Señor que nos des la sabiduría, unidad y

fuerza suficiente para conseguir entre todos y todas un

mundo justo, solidario y lleno de paz.


                                                                                                        (tomado de www.itakaescolapios.org)

Evangelio del 26 de enero


Marcos 4, 1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar.

Les enseñaba muchos cosas con parábolas y les decía instruyéndoles:

«Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno». Y añadió:

«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo:

«A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”». Y añadió:

«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».