Miércoles 9 de febrero

Comenzamos dando los buenos días a María y a Jesús.


No te distraigas y sigue pensando en el día de hoy: ¿Qué cosas vas a hacer? ¿A qué personas vas a ver hoy? ¿De qué juegos vas a disfrutar hoy?

Ahora piensa en Jesús, cómo pasaría él un día de su vida siendo niño. ¿Qué cosas haría? ¿A qué jugaría? ¿A qué lugares iría? ¿Quién lo acompañaría?

Parece que no sería tan diferente su día al nuestro, ¿no?

Jesús se hizo hombre para enseñarnos que podemos vivir como él cada día.

Padrenuestro.

Evangelio del 9 de febrero


Marcos 7,14-23

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.»

Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina.»

Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

Martes 8 de febrero

Buenos días, comenzamos la oración, pero antes, vamos a cerrar los ojos... nos ponemos la mano en el pecho, en nuestro corazón. 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. 

Un día, Jesús habló a unos pescadores, les llamó para que le ayudaran y así todos pudieran conocer a Dios. ¡Tú también puedes ayudar a Jesús! Todos estamos invitados a seguir a Jesús.


Rezamos juntos antes de terminar: Padrenuestro.


¡Buen día!


Evangelio del 8 de febrero


Marcos 7,1-13

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos (los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)

Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»

Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»

Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»