Viernes 3 de diciembre

 Buenos días a todos, comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Jesús, hoy te damos las gracias por todo lo que nos brindas diariamente

sin dejarnos solos en los momentos más difíciles.

Te pedimos por los niños más necesitados 

de todo el mundo.

Para que con nuestra ayuda, 

nunca les falte el pan en su mesa.

Os invitamos a escuchar con atención el siguiente vídeo:


- ¿Qué le ocurre a la niña?
- ¿Qué significa tener un corazón pachucho?
- ¿Le gustaba ir al médico?
- Sin embargo, con el tiempo se convirtió en la doctora Marina. ¿Qué recetaba?

Cada día es una oportunidad para ser felices.


Evangelio del 3 de diciembre


Mateo 9, 27-31

En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:

«Ten compasión de nosotros, hijo de David».

Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:

«¿Creéis que puedo hacerlo?».

Contestaron:

«Sí, Señor».

Entonces les tocó los ojos, diciendo:

«Que os suceda conforme a vuestra fe».

Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:

«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».

Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Jueves 2 de diciembre

 Buenos días a todos, comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.


Hacemos un momento de silencio, siendo conscientes de nuestro latido, ponemos nuestra mano en el corazón.


¿Cómo te has sentido?
¿Los latidos iban muy rápido, lentos?
Si pudieras dibujar en un corazón a una persona o motivo que te saque una sonrisa, ¿qué o a quién dibujarías?

Gracias Jesús, por cada una de las personas que nos ayudan a sacar una sonrisa.






Evangelio del 2 de diciembre


Mt 7, 21; 24-27

Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».