Lectura del 1 de diciembre

Is 11,1-10

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,

y de su raíz florecerá un vástago.

Sobre él se posará el espíritu del Señor:

espíritu de sabiduría y entendimiento,

espíritu de consejo y fortaleza,

espíritu de ciencia y temor del Señor.

Le inspirará el temor del Señor.

No juzgará por apariencias

ni sentenciará de oídas;

juzgará a los pobres con justicia,

sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;

pero golpeará al violento con la vara de su boca,

y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.

La justicia será ceñidor de su cintura,

y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Habitará el lobo con el cordero,

el leopardo se tumbará con el cabrito,

el ternero y el león pacerán juntos:

un muchacho será su pastor.

La vaca pastará con el oso,

sus crías se tumbarán juntas;

el león como el buey, comerá paja.

El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,

y el recién destetado extiende la mano

hacia la madriguera del áspid.

Nadie causará daño ni estrago

por todo mi monte santo:

porque está lleno el país del conocimiento del Señor,

como las aguas colman el mar.

Aquel día, la raíz de Jesé

será elevada como enseña de los pueblos:

se volverán hacia ella las naciones

y será gloriosa su morada…


Adviento

De las espadas se harán arados

y de las lanzas, podaderas.

Las palabras serán puentes

con los que se salven abismos.

Las memorias difíciles

nos harán más sabios.

Las vivencias felices, más humanos.  


Las preguntas avivarán la imaginación

y las respuestas alumbrarán nuevas búsquedas.

Los enemigos se sentarán, sin rencor,

en una misma mesa,

y desenterrarán motivos para el encuentro.

Se alzará el que se encoge asustado,

y el sobrado bajará de su peana.

El caprichoso abandonará la edad del “quiero”

para adentrarse en la tierra de la gratitud y el asombro.  


Losas de culpa y remordimiento

estallarán en mil pedazos

cuando la misericordia pose su mano

sobre el corazón de piedra.  


El futuro ya está aquí,

donde la espera es activa

y nos lleva a desenterrar

el evangelio escondido.    


(José María R. Olaizola, sj)