Buenos días Jesús, para ello comenzamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Hoy Jesús nos invita a ser buenos con las personas que nos rodean. El amor debe estar en el centro de los cristianos y, sin amor todo lo que construyamos se caerá. Querernos unos a otros es lo que nos sujeta, nos da fuerzas para continuar y nos invita a hacer las cosas lo mejor posible.
- ¿Siempre somos buenos con los demás o a veces nos portamos mal con otras personas?
Dile a Jesús con quién puedes portarte mejor en el día de hoy. A quién puedes ayudar más, sonreírle, no enfadarte o pelearte.
Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Jesús le respondió: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».
Volvemos un lunes más y tenemos por delante un nuevo mes para disfrutar y aprender. ¿Os gustaría compartir lo que habéis hecho durante este fin de semana?
Nos damos cuenta de dónde estamos, en nuestra clase, vamos a mirarla y alegrarnos por poder estar aquí juntos.
Para Jesús, los niños y niñas SIEMPRE eran los más importante y os ponía muchas veces de ejemplo.
Somos tan importantes para Jesús, que nos escucha ante las cosas que le vamos a pedir juntos:
Por los niños, por las niñas,
Por las mujeres, por los hombres,
Por los que sufren, por los que están tristes,
Por los que tienen hambre, por los que tienen frío,
Por los que se encuentran solos, por los que no pueden sonreír…
Antes de terminar, recordamos que hoy celebramos el día de San Francisco de Asís, un hombre que, formó una congregación, los franciscanos. Siempre quisieron ser sencillos y vivir de la forma más humilde posible, sin ningún privilegio.
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»