Martes 30 de noviembre

Buenos días a todos, comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Pronto llega Navidad y siempre que llega una celebración tan importante, debemos prepararnos con cariño e ilusión. Este tiempo de espera se llama ADVIENTO.

Se nos pide estar despiertos/as, que no olvidemos nuestros sueños y descubramos el sueño que tiene Jesús para ti.


En mi corazón de niño y niña,

guardo yo muchos deseos.

El primero es que todos seamos

cada vez más buenos.

El segundo es que la gente viva

siempre con alegría,

para que estén contentos 

con el pan de cada día.


Evangelio del 30 de noviembre


Fiesta de San Andrés
Mt 4, 18-22

Caminando por la ribera del mar de Galilea Jesús vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

Lunes 29 de noviembre


 ¡Buenos días a todos!

¿Cómo ha ido el fin de semana? ¿Habéis hecho algo especial que queráis compartir?

Respiramos profundamente, relajamos el cuerpo y nos ponemos en tus manos, Jesús.

Como cada día, comenzamos nuestra oración saludando al Señor: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Hemos empezado un tiempo muy especial para los cristianos: El Adviento.


El Adviento es un tiempo de espera, un tiempo de preparación para la llegada de alguien muy importante. 

Dios tenía un sueño. Y ese sueño, era nacer entre nosotros. Pero, ¿estamos preparados? ¿estáis despiertos por si nos llama en cualquier momento?


- ¿Qué le trae el tren a cada niño?
- ¿Y al último niño? ¿Cuál era su deseo?
- ¿Y a ti qué deseo te haría feliz?


Padrenuestro.

Evangelio del 29 de noviembre


Mateo 8, 5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».

Le contestó:

«Voy yo a curarlo».

Pero el centurión le replicó:

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».