Llegamos al final del curso escolar. Es tiempo de vacaciones.
Cuando se cierran las puertas del colegio, se abren otras. El tiempo de verano es un momento privilegiado de experiencias humanas y de preguntas religiosas. En todas estas experiencias hemos de dar testimonio de nuestra fe en Cristo Resucitado, hemos de permanecer unidos al Señor.
También hemos de ser realista de que nos cuesta permanecer en el Señor, que a veces todo lo que hemos compartido en las catequesis, por nada, se va al garete.
A propósito, quiero recordar un cuento que nos hará reflexionar de lo importante, de permanecer en todo momento unidos al Señor. Escuchémoslo con atención.
NARRADOR: “Había una vez un árbol frutal con un enorme tronco y dos grandes ramas que brotaban de él. Con sus fuertes raíces, se hundía en el suelo y se agarraba fuertemente a las entrañas de la tierra.
Cuando soplaba el viento, el árbol se inclinaba y las ramas se torcían. El viento chocaba con sus sacudidas contra el árbol y parecía que iba a arrancar las ramas y que éstas iban a volar tras él... Hasta se podía oír, si se escuchaba bien, los gemidos y suspiros de las hojas al ser abofeteadas por el viento.
Pasado el temporal, todo volvía a la calma. El árbol se levantaba otra vez como si nada hubiera sucedido y se mostraba feliz y contento, orgulloso de sus ramas, de follaje y de sus frutos y maduros.
Todo iba muy bien hasta que un día... una de las ramas, muy presumida y harta de ser sacudida continuamente por el viento, gritó:
RAMA: ¡No hay derecho! A mí siempre me toca recibir todas las bofetadas del viento. Siempre me toca perder las hojas de mi vestido cuando sopla fuerte. Además, siempre es el tronco quien recibe las alabanzas y los saludos cariñosos de las personas. ¡Claro!, él se agarra fuertemente al suelo con sus raíces y, como si nada... En cambio, yo... Hace frío... yo le abrigo con mis hojas y ramitas. Hace calor y sol... yo cubro su cuerpo con mis hojas. Hace viento... yo tengo que inclinarme y casi muero constipada. Además, a mí siempre me cortan mis ramas cada otoño, me podan y me dejan medio desnuda... ¡Qué vergüenza paso en el invierno! ¡Y que frío cuando cae la nieve...! Luego llega la primavera y el verano... Y cuando tengo los frutos, vienen los hombres y me arrancan mis hijos. Me los quitan y me los arrancan sin cuidado alguno. ¡Si al menos pudieran pedir permiso! Pero ¡guía!, siempre hablan del tronco y con el tronco. Que si es un tronco muy alto, muy grande, muy resistente... Hasta los enamorados escriben sus nombres dentro de un corazón en su corteza... ¡Ah!, esto se acabó. Me divorcio de este árbol ¡Se acabó!
NARRADOR: Y un día de fuerte ventolera, aprovechó un bufido del viento para darse un estironcito y ¡zas!, se desgajó del árbol. ¡Ay, que feliz se sentía! Al fin era libre. Era ella, sólo ella. ¡Cómo reía al notar triste el árbol y verlo llorar!
Porque el árbol lloraba. de la herida producida al desgajarse la rama, caían unas lágrimas silenciosas... ¡Y cómo se reía la rama...! Hasta que, de repente, se dio cuenta de que la faltaba la respiración. Quería respirar y no podía... Se dio cuenta de que las hojas se volvían amarillas, se arrugaban y caían muertas y podridas. También sus frutos se estaban secando y pudriendo... Y notó cómo, sin estar unida al tronco, no valía para nada, no tenía vida.
Entonces quiso llorar, pero no puedo: no le quedaba ninguna lágrima. se había secado y ya no era ni una rama.”
Breve silencio para reflexionar
LECTURA BÍBLICA (Jn. 15, 1-8)
En aquel tiempo Jesús tomó la palabra y dijo a sus discípulos:
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no produzca fruto, lo corta; y a todo el que produce fruto, lo poda para que produzca más fruto. Vosotros ya estáis podados a causa de la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede producir fruto por sí mismo, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros, sino permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en mí y yo en él, éste produce fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os llegará. En esto ha sido glorificado mi Padre: en que produzcáis mucho fruto y seáis discípulos míos. Como me amó el Padre, también yo os he amado: permaneced en mi amor.
Breve comentario
ACCIÓN DE GRACIAS
Lector 1: Por cada uno de mis compañeros de clase o de grupo, con sus limitaciones y sus valores personales.
Todos: Te damos gracias Señor.
Lector 2: Porque quisiste que cada uno de ellos estuviera a nuestro lado,
Todos: Te damos gracias Señor.
Lector 3: Por la lección de vida que cada uno nos ha ido dando,
Todos: Te damos gracias Señor.
Lector 4: Por los ratos duros que hemos pasado juntos y también por los días felices,
Todos: Te damos gracias Señor.
Lector 5: Por tener sueños y proyectos para el verano y para la vida,
Todos: Te damos gracias Señor.
Lector 6: Porque tenerte cerca, Señor, va llenando de sentido nuestro vivir,
Todos: Te damos gracias Señor.
Lector 7: Por los profesores que hemos tenido, que nos han ayudado a crecer.
Todos: Te damos gracias Señor.
Lector 8: Y por todas las personas que han hecho posible que nuestro Colegio funcionara cada día,
Todos: Te damos gracias Señor.
PADRENUESTRO
ORACIÓN FINAL
Señor, te pedimos por los que van a viajar en este verano. Por los que no podrán tener vacaciones. Para que sea un tiempo para unirnos más con nuestras familias. Para que permanezcamos unidos al Señor y no nos de vergüenza de dar testimonio de ser cristianos a donde quiera que vayamos.
Señor, que cuanto has sembrado en nosotros siga fructificando en nuestro alrededor. Que este verano, desde ti, lo hagamos feliz y repartamos felicidad en los demás. Amén.