Buenos días, comenzamos este ratito de oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
Os pedimos en clave de interioridad: me relajo, respiro profundamente, cierro los ojos y busco el silencio fuera y dentro de mí. En mi interior voy diciendo... Jesús, estoy aquí, te escucho.
Jesús le decía. a sus amigos:
Adaptación de Mt 5, 38-48
Jesús les dijo a sus amigos: “Vosotros, de pequeños, aprendisteis que ojo por ojo, y diente por diente. O sea, que si alguien te hace daño, tú se lo devuelves. Si alguien te da una torta, tú se la devuelves; o si alguien te insulta, tú le insultas también. Pues yo os digo que no seáis así. Al revés, si uno te pega una torta, contéstale ofreciéndole la paz. Si te quiere quitar la túnica, le das la capa, y si te pide que le hagas un favor, tú dale más de lo que te pide”.
Los discípulos le miraban con cara de no estar muy convencidos. Entonces Jesús les explicó: “A vosotros os han dicho que hay que amar a tu amigo, y odiar a tu enemigo. Pero eso no basta. Eso lo hace cualquiera. Y donde entra el odio solo se genera más y más violencia. El verdadero amor es amar a todos, como Dios, que quiere a buenos y malos, justos e injustos. Porque es el amor, y el perdón, y la generosidad lo que es extraordinario. Vosotros sed perfectos en el amor, porque eso es lo que hace Dios”.
Cuantas cosas hemos aprendido de nuestros padres, de nuestros compañeros, de mis seños. Hacemos memoria y recordamos las cosas que hemos aprendido de ellos; las cosas buenas que nos están ayudando a crecer (dejamos unos segundos de silencio para después participar)
Hemos aprendido a querer y a todos nos resulta fácil perdonar a las personas que queremos, con las que nos encontramos bien. Pero qué difícil es perdonar a los que nos han hecho daño.