Evangelio del 16 de febrero


Marcos 8,22-26

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?»

Empezó a distinguir y dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.»

Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró; estaba curado, y veía todo con claridad.

Jesús lo mandó a casa diciéndole: «No se lo digas a nadie en el pueblo.»