Evangelio del 14 de septiembre.

 Fiesta de la exaltación de la cruz


Flp 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.


Cruz

Más abiertos aún

los brazos,

para abarcar

a quien necesita

una cuna para su dolor.

Más abiertos,

mostrando

una desnudez

que no esconde malicia.

Más abiertos,

y de tan abiertos

un poco quebrados,

que no hay quien los sostenga,

solo dos clavos.

Un rostro exhausto,

pero aún capaz de ver

a la madre,

al amigo,

al enemigo

y para todos balbucear

amor, perdón o futuro.

Cargar con la cruz

es abrazar la vida.

Ahora.


(José María R. Olaizola sj)


(tomado de Rezandovoy)