Evangelio del 10 de septiembre

 Lc 6, 39-42


Jesús dijo a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame que te saque la mota del ojo’, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».

La lección de Simón

Tengo algo que decirte,

que ames más y juzgues menos;

que no señales la paja en el ojo ajeno

sin arrancar antes la viga que a ti te ciega;

que tires la primera piedra si estás libre de pecado,

pero si no, acaricia a quien, como tú, se ha equivocado;

que la ley se hizo para el hombre y no el hombre para la ley;

que tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo;

que no pases de largo ante el templo de carne

para llegar temprano al templo de piedra;

que no he venido a llamar a los puros, sino a los pecadores;

que siempre saldré al camino, a buscar a la oveja perdida;

también a la que se extravía por los caminos del orgullo;

que, con todas tus tonterías, también a ti te quiero

(José María R. Olaizola, sj)


Extraido de rezandovoy.org