Evangelio del 4 de mayo


 Jn 14, 27-31

Jesús dijo a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: ‘Me voy y vuelvo a vuestro lado’. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago».


Danos tu paz

Danos, Señor, aquella Paz extraña

que brota en plena lucha

como una flor de fuego;

que rompe en plena noche

como un canto escondido;

que llega en plena muerte

como el beso esperado.


Danos la Paz de los que andan siempre,

desnudos de ventajas,

vestidos por el viento de una esperanza núbil.

Aquella Paz del pobre

que ya ha vencido el miedo.

Aquella Paz del libre

que se aferra a la vida.

La Paz que se comparte

en igualdad fraterna

como el agua y la Hostia.


(Pere Casaldáliga)