Evangelio del 27 de mayo


Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
Mc 14, 12; 22-25

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Eterno Sacerdote