Evangelio del 17 de mayo


Jn 16, 29-33

Los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios».

Jesús les contestó: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».


Despiértame

Antes de que cante el gallo

te fallaré mil veces,

y acaso sin saberlo.


Confundiré seguir con soñar,

y así, en fantasías sin sentido,

olvidaré la dirección que me señalas.

Me distraeré en peleas sin causa,

defendiendo trincheras

que a nadie importa tomar.

Perderé el tiempo

en laberintos absurdos,

mientras tú esperas fuera.

Me dormiré, distraído por canciones,

mientras tu voz, clamando en mil gargantas,

no consigue abrirse paso

hasta mi ruido controlado.

Buscaré atajos

para evitar la dureza.

Tal vez te niegue.


Pero tú sabes

que no es rechazo,

es solo miedo.

Miedo a perder.

Miedo a sufrir.

Miedo a arriesgar.

Miedo a vivir.


Despiértame,

y que, al abrir los ojos,

tu gesto me muestre el camino.


(José María R. Olaizola, sj)