Jn 16, 29-33
Los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios».
Jesús les contestó: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Despiértame
Antes de que cante el gallo
te fallaré mil veces,
y acaso sin saberlo.
Confundiré seguir con soñar,
y así, en fantasías sin sentido,
olvidaré la dirección que me señalas.
Me distraeré en peleas sin causa,
defendiendo trincheras
que a nadie importa tomar.
Perderé el tiempo
en laberintos absurdos,
mientras tú esperas fuera.
Me dormiré, distraído por canciones,
mientras tu voz, clamando en mil gargantas,
no consigue abrirse paso
hasta mi ruido controlado.
Buscaré atajos
para evitar la dureza.
Tal vez te niegue.
Pero tú sabes
que no es rechazo,
es solo miedo.
Miedo a perder.
Miedo a sufrir.
Miedo a arriesgar.
Miedo a vivir.
Despiértame,
y que, al abrir los ojos,
tu gesto me muestre el camino.
(José María R. Olaizola, sj)