Lectura del 12 de enero


Heb 2, 5-12

Hermanos: Dios no sometió a ángeles el mundo futuro del que hablamos, como atestigua alguien cuando dice: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él o el ser humano para que te ocupes de él? Lo hiciste poco menos que los ángeles, lo coronaste de gloria y honor, todo lo sometiste bajo sus pies». Al someterle todo, no deja nada sin someter. Pues bien, ahora no vemos aún que todo le esté sometido.

Vemos, en cambio, a Jesús, que por la pasión y muerte fue algo inferior a los ángeles, coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, padeció la muerte por todos. En efecto, convenía que Dios, por quien y para quien todo existe, queriendo conducir a la gloria a muchos hijos, llevara a la perfección por el sufrimiento al pionero de su salvación. El que consagra y los consagrados son del mismo linaje, por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.»