Evangelio del 11 de enero

Mc 1, 14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».

Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.


¿De quién depende?

Si de mí dependiera,

probablemente

me perdería

en el laberinto

de las excusas.

pintaría mis paredes

con graffitis vistosos

y perecederos;

te daría largas,

me haría el despistado,

pondría cara de prisa,

lamentaría no estar a la altura

y seguiría con mi vida.


Pero de mí no depende,

depende de ti,

que sigues tallando

con cincel de artista

todas mis aristas,

de ti que haces oídos sordos

a mis balbuceos,

porque conoces mi verdad.

De ti, que sigues

marcando, con tu amor,

mi entraña.

De ti, que me quieres

menos isla solitaria

y más tierra de encuentro.


Sea, pues.

Que solo no puedo,

pero si de ti depende

llegaremos lejos.


(José María R. Olaizola sj)

(Rezandovoy)