Mc 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
¿De quién depende?
Si de mí dependiera,
probablemente
me perdería
en el laberinto
de las excusas.
pintaría mis paredes
con graffitis vistosos
y perecederos;
te daría largas,
me haría el despistado,
pondría cara de prisa,
lamentaría no estar a la altura
y seguiría con mi vida.
Pero de mí no depende,
depende de ti,
que sigues tallando
con cincel de artista
todas mis aristas,
de ti que haces oídos sordos
a mis balbuceos,
porque conoces mi verdad.
De ti, que sigues
marcando, con tu amor,
mi entraña.
De ti, que me quieres
menos isla solitaria
y más tierra de encuentro.
Sea, pues.
Que solo no puedo,
pero si de ti depende
llegaremos lejos.
(José María R. Olaizola sj)
(Rezandovoy)