Evangelio del 30 de octubre

Lc 14, 1-6

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.

Jesús se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los letrados y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados, o no?»

Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.

Y a ellos les dijo: «Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?»

Y se quedaron sin respuesta.


Fariseos

Eternos inquisidores,

fiscales de conciencias,

de nariz arrugada

y mirada displicente,

coleccionistas

de faltas ajenas,

acusadores incansables,

      porque rezas mal,

      porque sales,

      porque entras,

      porque opinas,

      porque callas,

      por cómo vistes,

      por cómo hablas

      porque no estás a su altura.


Jamás la misericordia

asoma a sus labios,

ni la palabra amable,

ni un atisbo de duda

sobrevuela sus exigencias.

Ellos tienen la llave

de un reino de la nada,

convencidos de ser

guardianes de las esencias.


Si sintieran, por una vez,

que tan solo tu palabra

bastará para sanarnos.


(José María R. Olaizola, sj)

(rezandovoy)