Lc 14, 1-6
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Jesús se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los letrados y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados, o no?»
Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y a ellos les dijo: «Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?»
Y se quedaron sin respuesta.
Fariseos
Eternos inquisidores,
fiscales de conciencias,
de nariz arrugada
y mirada displicente,
coleccionistas
de faltas ajenas,
acusadores incansables,
porque rezas mal,
porque sales,
porque entras,
porque opinas,
porque callas,
por cómo vistes,
por cómo hablas
porque no estás a su altura.
Jamás la misericordia
asoma a sus labios,
ni la palabra amable,
ni un atisbo de duda
sobrevuela sus exigencias.
Ellos tienen la llave
de un reino de la nada,
convencidos de ser
guardianes de las esencias.
Si sintieran, por una vez,
que tan solo tu palabra
bastará para sanarnos.
(José María R. Olaizola, sj)
(rezandovoy)