Evangelio del 26 de octubre


Lc 13, 10-17

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacia dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad».

Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados».

Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»

A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Desencogerse

Encogidos, acogotados,
mirando hacia abajo,
hacia lo previsible,
rumiando heridas
musitando condenas
asumiendo la derrota
antes incluso de luchar la vida.

No es así como nos quieres,
Señor de la eterna promesa.
Tu grito es urgencia,
llave, energía,
alimento y bandera.
«Vamos, alzad la cabeza,
se acerca vuestra liberación».

Así que alzaremos el rostro
y miraremos, cara a cara,
a la calma y la tormenta,
sonreiremos a las sombras,
sin renunciar al coraje
y la esperanza.
Porque Tú dices que es posible.
Y queremos creerte.

(José María Rodríguez Olaizola)

(Rezandovoy)